Fotografiar a niños en cualquier localización exterior puede resultar en ocasiones complicado. Pongámonos en situación. Imagínate que quieres hacerle unas fotos a tu hijo en la playa. Seguro que más de una vez lo habéis intentado. Sin embargo, los niños, en lugar de atender a la cámara, se distraen con cualquier otra cosa. Desde un balón, una cometa, sus juguetes en la arena o viendo pasar a surfistas… todo para ellos es un mundo de situaciones interesantes que dejan a la «deseada foto» de sus papis en el escalón más bajo de sus prioridades. Vamos que tú y tu máquina compacta o móvil regresáis a casita llenos de arena y sin ninguna foto interesante que enseñar a los abuelos. Caso muy habitual.
Añadamos un grado de dificultad aún mayor. Os pongo en antecedentes. Las imágenes que ilustran esta entrada forman parte de un proyecto realizado para Adansi. Estamos ante una asociación de padres y madres de personas con autismo. Ha sido una de los actividades sociales que más me ha aportado personalmente en los últimos años. Varios padres interesados en el proyecto, me comentaron que deseaban tener fotos «medio decentes» de sus hijos. Para muchos de ellos, fue incluso imposible contar anteriormente con una foto aceptable de Comunión o de DNI. «Qué raro lo que me cuentan. No será para tanto. ¿Cómo van a entregarles todas las fotos movidas?. Alguna foto decente tendrán. O contrataron a un fotógrafo impostor o es imposible…» Todo eso pensaba yo… hasta que me puse manos a la obra.
Tras 15 minutos en medio de la sesión, dos preocupaciones se instalaron rápidamente en mi cabeza:
A) Por encima de todo, no quería molestar a los niños, ni propiciar que se sintiesen mal.
B) Quería ofrecerles a los padres este «regalo» que tanto tiempo andaban buscando.
En cualquier otra sesión infantil me suelo sentir cómodo porque me encanta jugar con los niños. Ellos se divierten, a la vez que nos conocemos. Finalmente suelen salir unas fotos de los peques pasándoselo pipa. Esta vez la cosa cambiaba. Para estos chicos, yo era un extraño con una cámara. Estaban molestos, muy inseguros. En ocasiones, con niños especialmente nerviosos, «simulo» que hago fotos durante 10 minutos, hasta que los chicos cogen confianza y empiezo a disparar de verdad. Aquí tenía claro que podía estar 1 hora intentándolo que empeoraría aún más las cosas. Daros cuenta que estos niños suelen tardar semanas e incluso meses, en coger un mínimo de confianza con sus compañeros de clase. Yo no lo iba a conseguir en una tarde. Así que tenía que llevar a cabo otro plan.
La solución pasó por alejarme muchísimo y tener paciencia. En el momento que comenzaban a jugar yo tenía que esconderme y disparar con mi tele-objetivo. ¡ Bendito seas 70-200 !. Incluso alguno de ellos comenzó a jugar y tras verme al fondo de la escena, paró de repente y adoptó una actitud de vigilancia. Ya no sabía si yo los observaba a ellos, o al revés. Así que adoptando el modo «paparazzi» conseguí llevar a cabo el trabajo. Sin un equipo potente con un buen tele-objetivo como pieza principal, hubiese sido casi imposible realizar esta sesión.
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