La fotografía social, en esencia, pretende capturar momentos únicos, a menudo irrepetibles, de la vida de las personas. Esos instantes especiales suelen estar protagonizados por un conjunto de seres queridos. Pero no siempre hablamos de humanos. Las mascotas también juegan aquí un papel importante. Es lógico que si algunos animales son partícipes de nuestras rutinas, les tengamos un cariño especial y queramos recordarlos por medio de la imagen.
En mi caso, mis dos «peluditos» son unos fieles compañeros de profesión. Sí, digo bien lo de profesión. «Blues» y «Lisa» son tan fieles que todos los días me acompañan mientras realizo labores de edición. Su compañía me resulta en muchos casos inspiradora. Estos peculiares asistentes, por si fuera poco, también me aportan la dosis de relax necesaria para afrontar todos los retos con un correcto nivel de energía. ¿A que ahora los empezáis a ver como unos trabajadores ejemplares?.
Así que para premiar su esfuerzo y fidelidad, me propuse hacerles unas fotos el otro día en el estudio. Tras terminar una larga sesión de fotografía de producto, para un catálogo que me encargaron, decidí volver a empuñar la Canon e inmortalizarlos en un breve momento. ¿Qué pensabais?. Igual que una empresa presume de su equipo humano con las típicas fotos de la plantilla, aquí en Fotoborja tenemos que sacar el mejor perfil de la mandíbula de mis mascotas. Y no os engañéis. Son muy exigentes. Blues seguro que me destroza los zapatos y Lisa es capaz de subirse al escritorio y acabar con los discos duros para eliminar las fotos que no le gusten.
En esta ocasión me han dado muchos mimos. Eso es que están contentos con el resultado. No obstante, la próxima vez llevaré a cabo una edición con un duro trabajo de separación de frecuencias aún superior que la de los retocadores de la Preysler. Fijo que se mueren de ganas en la Vogue de contar en su portada con mis guapos perros.