Llevaba dos años realizando muchos encargos de temática social y conformando unos cuantos catálogos de producto. Más de uno de vosotros, sabe que en mi tiempo libre también mantengo la cámara en el cuello y capturo muchas imágenes de paisaje. Mi réflex siempre me acompaña a todas partes, pero esta vez, quería hacer algo diferente. Quizás alocado. Un reto importante. Así que conociendo la labor que lleva realizando tantos años la Fundación Oso de Asturias, les propuse toda una aventura fotográfica. Pero adentrémonos un poco en la esencia de toda esta historia.
De pequeño, como tantos otros escolares asturianos, visité las instalaciones de esta fundación. Fue un primer encuentro con el mundo de los osos muy impactante, que me marcó. Desde entonces, siento una profunda admiración por estos animales. ¿Cómo es posible que sigan con nosotros con la cantidad de atrocidades que leemos cada año en la prensa?. Entre los incendios, la caza furtiva, los atropellos y la drástica reducción de nuestros bosques, los osos cada vez tienen más complicado seguir con vida. Así que quería que este reportaje fuese impactante. Que dignificase al oso como el rey de la montaña del Principado.
Contacté con la Fundación y les dije que tenía en mente retratar a sus osos. Sí, estáis leyendo bien lo de «retratar». Les expliqué que estaba un poco cansado de ver la típica imagen en la que un reportero se tumba durante media hora, espera a que el animal gire la cabeza y «chas», lo fotografía. No iba conmigo realizar ese tipo de instantáneas. Quería imágenes distintas. Lo primero que pensé con este trabajo fue: ¿Cómo puedo contribuir a que la gente empatice más con los osos?. Tras hacerme esta pregunta, tenía claro que debía conseguir acercarme más a ellos. Desde el primer momento mi objetivo pasó por hacerles una sesión de retrato, como si de un ser humano se tratase. No me iba a conformar con otro reportaje común de fauna y naturaleza. Les dije a la Fundación que no era un aficionado al que se le pasase una ocurrencia por la cabeza. Que era un fotógrafo que acostumbraba a conseguir los retos que se proponía.
La primera impresión en la Fundación al hablarles del proyecto «Tras la zarpa del oso» fue la del cambio de los rostros hacia un gesto típico de incredulidad. «Ok. Pues vamos a intentarlo». Sabía que era una aventura, una sesión muy compleja, pero estaba seguro de que la llevaría a cabo satisfactoriamente. Por supuesto, adopté todas las medidas de seguridad que se consideraron convenientes en este caso. No quería correr riesgo alguno, poner en peligro al personal de la Fundación, ni molestar a las osas.
Tras conseguir los permisos oportunos del Principado de Asturias, me asignaron una fecha. Ese día el tiempo no acompañó nada. Mi recibimiento sobre el terreno fue complicado, porque el frío, el viento y la lluvia abundante, protagonizaron toda la jornada. De hecho, hasta me llamaron desde la Fundación Oso esa misma mañana para ver si con semejante meteorología iba a acudir a la cita. ¡ Y por supuesto que este loco estuvo puntual en sus instalaciones !. Aunque ese día no pude tomar ninguna fotografía, fueron unas horas muy productivas observando a «Molinera». Ver cómo se movía, los hábitos que tenía, cómo alcanzaba los alimentos, sus rincones favoritos… El chaparrón mereció la pena para fijar una serie de directrices con las que planificar mi objetivo fotográfico.
En otras jornadas posteriores, todo resultó más sencillo. Gracias a la labor de su cuidador, Roberto, que me facilitó enormemente el trabajo, puede conseguir lo que me proponía. Tuve que llevar mi equipo Canon al límite, pero los resultados merecieron la pena. Esperando al momento ideal de luz y de serenidad de la osa, pudimos realizarle unos retratos en condiciones. Todo acompañó: La luz, los colores otoñales del terreno, la calma en la osa… Parecía que «Moli» posaba como una modelo a la vez que continuaba con su rutina cogiendo una manzana, escondiéndose entre unos arbustos, trepando a las ramas de algún árbol…
Estoy escribiendo estas líneas en un momento en el que he recibido muchas felicitaciones por este trabajo. La verdadera esperanza que tengo reside en que «Tras la zarpa del oso» conciencie de verdad a la gente sobre la vida de estos increíbles animales. Que sepan de la importancia que tiene el oso en el medio rural asturiano. Y que ojalá, muchas mentes cerradas que en su cabeza permiten la caza de estos animales y lo ven como algo normal, se abran de una vez al mundo real que les rodea.
No quería terminar este trabajo sin dedicárselo a «Tola». Todo un símbolo de Asturias que en este comienzo del 2018 nos dejó. Ella conquistó mi mente cuando tenía 9 años. Consideraba que le debía algo por todo lo que hizo por nosotros. Así que este trabajo va por ella. Para continuar con su legado y contribuir a un mundo más feliz junto a estos mamíferos.